MEMORIAS
DE UNA ESPOSA
Jane
Hawking escribe en sus memorias, titulada “Hacia el infinito”, los 25 años de
matrimonio con el célebre físico. Allí cuenta cómo en tantas ocasiones, con su
marido al borde de la muerte, clamó a Dios por su vida. Recuerda cómo clamaba a
Dios “que Stephen sobreviviera” hace 30 años, cuando una neumonía violenta dejó
a Hawking en coma, a punto de matarlo. La situación se agravó tanto que los
médicos suizos le dieron a entender a Jane que no había nada que hacer, y que
si ella les daba su autorización, desconectarían la respiración artificial que
mantenía vivo a su marido para dejarle morir con el mínimo dolor posible. Jane,
sin embargo, se negó: “Desconectar el respirador era impensable. ¡Qué final más
ignominioso para una lucha tan heroica por la vida! ¡Qué negación de todo por
lo que también yo había luchado! Mi respuesta fue rápida: Stephen debe vivir”.
La situación era tan dramática que los médicos no tuvieron más remedio que
llevar a cabo una traqueotomía, una operación que le salvó la vida al
científico pero también le dejó sin habla, obligándole desde entonces a
comunicarse con la legendaria voz robótica de su sintetizador. En todo caso,
Jane no se equivocó cuando tomó la decisión de mantener vivo a su marido a toda
costa: tres décadas después, el infatigable astrofísico acaba de cumplir 73
años el pasado 8 de enero, sigue en activo escribiendo libros superventas y
dando conferencias multitudinarias, no para de viajar por todo el mundo, y su
extraordinaria vida acaba de llevarse a la gran pantalla en La teoría del todo,
la película nominada para los Oscar que se estrenó el pasado viernes en
España.
PELÍCULA
BIOGRÁFICA
La
película sigue el relato de sus memorias, una odisea de amor y desamor,
felicidad y sufrimiento, éxtasis y miseria del brillante genio ateo y su
admirable mujer creyente, divorciados desde 1991, cuando el astrofísico dejó a
Jane por Elaine Mason, una de sus enfermeras. El amor entre Jane y Stephen
Hawking comenzó en 1963. Poco después se le diagnosticó la esclerosis lateral
amiotrófica (ELA), un trastorno neurodegenerativo que generalmente suele
condenar a sus víctimas a una esperanza de vida de dos o tres años como mucho.
“Era un desafío, pero yo creía que juntos podríamos vencer a la enfermedad”,
recuerda. “Yo era muy joven, y cuando uno es muy joven, no piensa en la muerte.
La muerte está ahí para superarla, y yo estaba segura de que íbamos a ganar la
batalla. Estábamos enamorados, en un estado de euforia. Decidimos casarnos, y
la verdad es que no pensábamos mucho en la enfermedad. Aún éramos lo bastante
jóvenes para ser inmortales”, dice. Jane fue el apoyo de Hawking a lo largo de
35 años. Durante años se encargó de cuidar ella sola a su marido, además de
criar a sus tres niños: Robert, Lucy y Tim.
EL
ATEÍSMO DE HAWKING
“Yo
entendía las razones del ateísmo de Stephen, porque si a la edad de 21 años a
una persona se le diagnostica una enfermedad tan terrible, ¿va a creer en un
Dios bueno? Yo creo que no”, admite Jane. “Pero yo necesitaba mi fe, porque me
dio el apoyo y el consuelo necesarios para poder continuar. Sin mi fe, no
habría tenido nada, salvo la ayuda de mis padres y de algunos amigos. Pero
gracias a la fe, siempre creí que iba a superar todos los problemas que me
surgieran”. “Yo creo que es un milagro que él siga vivo. Es un milagro de la
ciencia médica, de la determinación humana, son muchos milagros juntos. Para mí
es muy difícil explicarlo”, explica la ex-mujer del físico. Para ella, esta
diferencia acerca de la fe se tornó más intensa con el tiempo. Mientras Stephen
“se mofaba” de la religión, ella “necesitaba fervientemente creer que en la
vida había algo más que los meros hechos de la leyes de la Física y la lucha
cotidiana por la supervivencia” porque el ateísmo de su marido “no podía
ofrecer consuelo, bienestar ni esperanza respecto a la condición humana”. Sin
embargo la relación entre Jane y Stephen Hawking es ahora correcta. Desde que
Hawking se divorció de Elaine Mason en 2007, Jane se ha reconciliado con su ex
marido y ahora son frecuentes los encuentros de la antigua pareja con sus tres
hijos. Aunque hoy le sigue reprochando que “nunca me ha agradecido nada”, su
libro finaliza con un emotivo homenaje al genio que, sobre todo gracias a ella,
se convirtió en el científico más famoso del mundo, e incluso logró cumplir su
sueño de volar en gravedad cero: “Su sonrisa mientras flotaba en ingrávida
liberación me conmovió profundamente, y me indujo a reflexionar sobre el gran
privilegio que fue viajar con él, aunque fuera una corta distancia, hacia el
infinito”.
Pueden
leer el reportaje completo en la web de El Mundo.
http://www.elmundo.es/ciencia/2015/01/21/54be7353ca4741f5798b4585.html?a=b9aa3417c446a8d343f2f395e83823b6&t=1421835222
Fuente:
protestantedigital.com
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