En las horas previas a la publicación
de su nuevo libro, que llegará mañana a las librerías francesas, Michel
Houellebecq ya ha provocado un escándalo mayúsculo. El motivo es el argumento
de su nueva novela, Soumission (Sumisión), relato futurista que retrata una
Francia convertida en régimen islámico tras la victoria de un nuevo partido,
Fraternidad Musulmana, en las presidenciales de 2022. Su candidato, Mohammed
Ben Abbes, ha superado a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones,
gracias al apoyo del resto de fuerzas políticas, decididas a impedir la
victoria inevitable de la ultraderecha.
El país dibujado por Houellebecq,
imagen deformada de la Francia de hoy, sortea “los últimos residuos de una
socialdemocracia agonizante” y está poblada por ciudadanos desencantados por la
política, únicamente “galvanizados por su adoración a deportistas, modistos,
actores y modelos”, que se limitan a ver “reality shows sobre la obesidad” en
televisión mientras ingieren “platos precocinados fiables por su insipidez”.
En este paisaje, Houellebecq sitúa a
un narrador llamado François, profesor universitario cuarentón y especialista
en Huysmans, gran figura del decadentismo decimonónico y autor de A contrapelo,
que se convirtió del protestantismo al catolicismo al final de su vida. En el
libro, François contempla otro tipo de metamorfosis religiosa: la necesidad de
convertirse al islamismo ante las circunstancias políticas. Ante las
turbulencias que se anuncian, el deprimido narrador (y clarísimo alter ego del
autor) se refugia en la Francia profunda, donde visita ciudades medievales y
degusta largos ágapes regados con armañac. Cuando regresa a París, días después
del desenlace electoral, se da de bruces con un país que ya no reconoce. La
Sorbona es ahora una universidad islámica financiada por riquísimos emires, con
las paredes decoradas con versos del Corán y un rector casado con tres esposas,
una de ellas adolescente.
Como François, los profesores que no
se han convertido al Islam a tiempo han sido jubilados, pero monarquías
petroleras han puesto astronómicas pensiones a su disposición. La sharía no ha
sido aplicada, pero el escote y la minifalda han sido proscritos. Y las
mujeres, incitadas a retirarse del mercado laboral a cambio de cuantiosas
ayudas públicas. Los trenes cuentan con menú halal. Turquía, Argelia y
Marruecos han pasado a ser miembros de la Unión Europea, en el marco de la
“reconstrucción del Imperio Romano” a la que aspira el nuevo presidente. Houellebecq
dice no haber escrito el libro con afán provocativo. “Condenso una evolución
que, a mi entender, es verosímil”.
Musulmanes rezan en Marseille en 2011 / J.P.
Pelissier, Reuters No es extraño que la polémica adquiera dimensiones de asunto
de estado. En su nuevo libro, Houellebecq contrapone las raíces de la
cristiandad medieval —el protagonista se refugia en un pueblo llamado Martel,
como el hombre que detuvo a los árabes en Poitiers en el año 732— y una
invasión musulmana de rasgos casi burlescos, sazonada de teorías abyectas que
resuenan en el actual clima político. El libro parece beber de la Gran
Sustitución formulada por el filósofo Renaud Camus, acusado de incitación al
odio racial, que aparece en la novela como autor (ficticio) de los discursos de
Marine Le Pen.
Según Camus, la población europea
terminará siendo sustituida por pueblos inmigrantes que provocarán un cambio de
civilización. El libro ya ha generado tantas opiniones entusiastas como
escandalizadas, pronunciadas por una habitual retahíla de comentaristas
mediáticos, desde el filósofo Alain Finkielkraut —quien sostuvo que Houellebecq
habla de “un futuro que no es seguro, pero sí plausible”— al presentador Ali
Baddou, que aseguró ayer que el libro le había dado “ganas de vomitar” por su
“islamofobia”.
El director del diario Libération,
Laurent Joffrin, escribió que el novelista no hace más que “calentar el asiento
de Marine Le Pen en el Café de Flore”, refugio de la intelectualidad parisina,
haciendo entrar las tesis ultraderechistas sobre la supuesta invasión musulmana
en el cuadrilátero de la literatura. Y el propio François Hollande, presentado
en la novela como un político acabado, afirmó ayer en una entrevista que leerá
la novela “porque provoca un debate”, pero incitó a sus conciudadanos a no
dejarse “devorar por el miedo y la angustia” que el libro refleja. Houellebecq
en Soumission describe un Islam al que presenta como “moderado”, aunque en
realidad responda a rasgos reaccionarios. El filósofo Abdennour Bidar ha
denunciado su “imagen errónea” del Islam, que dibuja como fundamentado en “la
sumisión a Dios, las mujeres en casa, el velo y la poligamia”.
Houellebecq jura haber reexaminado
sus opiniones pasadas. “En el fondo, el Corán es mejor de lo que pensaba,
después de releerlo… o más bien de leerlo. La conclusión es que los yihadistas
son malos musulmanes”, ha matizado esta semana.
No hay comentarios.
Publicar un comentario